En la era actual, donde las pantallas y las redes sociales son omnipresentes, criar a nuestros hijos puede resultar todo un desafío. Según encuestas recientes, el 89% de los adultos estadounidenses toma su teléfono a los 10 minutos de despertarse y lo consulta en promedio 144 veces al día. Además, el 46% de los adolescentes estadounidenses afirman estar conectados a internet «casi constantemente», y el 35% pasa la mayor parte del tiempo en las cinco principales aplicaciones de redes sociales. Estas cifras son alarmantes y nos llevan a reflexionar sobre cómo afecta este entorno digital a la crianza de nuestros hijos.
Mantén una conversación en profundidad: Uno de los primeros pasos para abordar el uso de las pantallas y las redes sociales con nuestros hijos es mantener una conversación en profundidad con ellos. Esto implica sentarse sin prisas ni distracciones y comprender cómo utilizan sus pantallas, en qué plataformas de redes sociales están presentes, qué esperan obtener de sus interacciones y cómo se sienten con respecto a ellas. También es importante preguntarles si creen que tienen algún problema en relación con el uso de la tecnología. Su sinceridad puede sorprendernos y abrir la puerta a conversaciones más productivas.
Abordar las causas subyacentes: El uso excesivo de la tecnología no siempre es el problema en sí mismo, sino una forma de comportamiento autocalmante que puede enmascarar otras afecciones subyacentes, como la ansiedad o la depresión. Es fundamental abordar estas causas subyacentes y brindarles a nuestros hijos el apoyo y la atención necesarios. El Dr. Michael Rich, experto en medios interactivos y trastornos de internet, señala que identificar los puntos de dolor y las áreas problemáticas en la vida de los jóvenes puede ser el primer paso para comprender y abordar sus necesidades emocionales.
Evitar el catastrofismo: Aunque es comprensible que nos preocupemos por el impacto de las pantallas y las redes sociales en nuestros hijos, es importante evitar ser catastrofistas. No todos los jóvenes desarrollan problemas catastróficos relacionados con el uso de la tecnología. Según la Dra. Keneisha Sinclair-McBride, las redes sociales no son el factor principal de preocupación para la mayoría de los adolescentes. Las preocupaciones actuales de la Generación Z no son tan diferentes de las que tenían los adolescentes de hace 30 años. Es crucial reconocer que las redes sociales son solo una herramienta y que las vidas de nuestros hijos son mucho más complejas que eso.
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Prestar atención intencionalmente: La escritora Catherine Price nos recuerda que la vida es aquello a lo que prestamos atención. Antes de tomar el teléfono, es importante hacernos tres preguntas: ¿Para qué?, ¿Por qué ahora? y ¿Para qué más? Esto nos ayudará a reflexionar sobre nuestras motivaciones y necesidades emocionales antes de recurrir a las redes sociales. Identificar lo que nuestro cerebro busca en realidad nos permitirá explorar otras formas de obtener el mismo resultado. Podemos optar por llamar a un amigo.
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